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trueno. Durante unos momentos, cada uno de ellos atacó y paró los golpes del
otro con la velocidad del rayo, mientras los demás dejaban de pelear para
observar.
«Un poderoso golpe destrozó el escudo de Yezdigerd, y a continuación la
brillante espada del cimmerio puso fin a la vida del rey.
«Al verlo, los turanios se rindieron mansamente. No tomamos muchos
prisioneros, ya que las espadas habían cobrado un tributo estremecedor. De
nuestros doscientos hombres, no quedaba más que la mitad, pero capturamos
o dimos muerte a no menos de trescientos perros hirkanios.
El contramaestre bebió más vino y luego tendió la copa para que se la
volvieran a llenar. Durante la pausa, uno de los que escuchaban preguntó:
¿Y qué fue de la mujer turania?
Artus se estremeció visiblemente, y con el ceño fruncido repuso:
Ése fue el acontecimiento más extraño de aquel día memorable.
Estábamos vendando las heridas de nuestros hombres y conduciendo a los
prisioneros a las bodegas, cuando el cielo se nubló y un hálito de muerte
pareció abatirse sobre todos nosotros. Las negras aguas se agitaron en torno a
los barcos. El viento gimió en las jarcias como un alma en pena, a pesar de que
estábamos a sotavento de los acantilados de una de las islas.
«Alguien gritó y señaló hacia arriba. En el cielo aparecía un punto negro, que
crecía rápidamente de tamaño. A primera vista parecía un pájaro o un
murciélago. Luego se vio que era un ser fantástico y horrible, con apariencia de
hombre, pero dotado de alas. Sosteniéndose en el aire, el engendro se
mantuvo sobre la cubierta de popa y lanzó un alarido penetrante que nos dejó
momentáneamente sordos.
«La mujer de Maipur, al oír aquel grito, salió de la cabina de popa, donde
ninguno de nosotros había entrado todavía. En un abrir y cerrar de ojos, el
monstruo se apoderó de ella y se la llevó, aleteando lentamente sobre las
sombrías aguas del canal. En unos instantes, ambos se perdieron de vista y el
sol volvió a brillar.
«Nos miramos unos a otros con el semblante muy pálido, preguntándonos
qué podría haber sido aquello. De haber permanecido allí el endemoniado ser,
estoy seguro de que todos hubiéramos saltado al mar para huir de él. Pero se
marchó con tanta rapidez que no tuvimos tiempo para sentir los efectos del
pánico. Teníamos miedo, y hasta el mismo Conan estaba blanco como la cera.
»"Ya he visto esa aparición anteriormente", murmuró, pero no quiso explicar
nada más.
«Algunos de nosotros sospechamos que el demonio había llegado para
arrastrar a Thanara al infierno de los adoradores de Erlik. Pero otros, que se
encontraban cerca de ella cuando el engendro se cernía sobre la popa,
aseguraron que la mujer no había demostrado miedo, sino que parecía
contenta, como si ella misma hubiera invocado la presencia del monstruo.
«Finalmente Conan sacudió la cabeza, como si regresara de un ensueño, y
con voz potente ordenó que despojáramos a los enemigos muertos de los
objetos de valor y que los arrojáramos por la borda, incluido el cadáver del rey
Yezdigerd. Lo único que comentó del rapto de Thanara fue:
«"Dejad que esa condenada ramera escape con su espantajo. Yo no peleo
contra mujeres, si bien hubiera querido desollarla por su traición.
»Y así terminó aquel día trascendental. Incendiamos la galera encallada y
luego condujimos la otra hasta aquí.
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¿Y dónde está Conan? preguntó uno de los presentes . ¿Volverá a ser
nuestro jefe, y nos llevará a aniquilar a los turanios del mar de Vilayet?
¡Por desgracia, no será así! repuso el contramaestre . El cimmerio
mandó primero poner proa a la costa oriental. Dijo que estaba llevando a cabo
una misión de vital importancia, y que se había detenido allí para ajustar
cuentas con Yezdigerd. Uno de los esclavos liberados era un khitanio, y Conan
se quedó hablando con él durante varias horas. Se refirieron a tierras remotas,
situadas más allá de los montes Himelios. Si Khitai era su meta, sin duda iba
detrás de algún fabuloso tesoro. De otro modo, ¿quién sería tan insensato
como para dirigirse a aquellos países ignotos?
¿Cómo no se llevó con él a un grupo de piratas? preguntaron.
Ése es otro misterio. Aseguró que había jurado viajar solo y que, de otro
modo, jamás podría llegar a alcanzar su objetivo.
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