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placer conmigo la atraían, pero, deliberadamente, se apartó.
Dímelo contestó . Simplemente dímelo. Pero no vuelvas a tocarme.
No pronuncié palabra por un rato. Sería más fácil para ella creer lo que iba a contarle si
estábamos en contacto. Normalmente, los humanos no comprendían por qué el estar
unidos a nuestros sistemas nerviosos les permitía captar si era verdad o no lo que les
decíamos, pero el caso es que lo sentían. Y ella no quería sentirlo. Todo su lenguaje
corporal me afirmaba que no se iba a dejar convencer.
¿Había que explicárselo todo?
Había.
Hablé con voz muy convincente:
Tú y tu hermano representáis la vida para mí. Hice una pausa . Y, de un modo
distinto, yo represento la vida para tu pueblo. Morirán si se quedan donde están. Todos
ellos morirán.
Algunos de nosotros morimos, otros vivimos. Agitó la cabeza . No me importa lo
que me digas. Nada nos matará, si tu gente nos deja en paz. Somos lo bastante fuertes
como para resistir cualquier otra cosa.
No.
No sabes...
¡Escucha, Jesusa! Cuando guardó un irritado silencio, le expliqué lo que le iba a
pasar a la Tierra, lo que quedaría de la misma cuando nos fuésemos . No podrá vivir
nada aquí, en lo que quede. Si tu gente permanece donde está y sigue multiplicándose,
será destruida. Todos y cada uno de ellos. Hay vida para ellos en Marte, y también la hay
aquí, con nosotros. Pero, si insisten en continuar donde están..., no se les permitirá seguir
teniendo hijos. De este modo, cuando despedacemos la Tierra, tu pueblo habrá muerto de
vejez.
Agitó lentamente la cabeza y contestó:
No te creo. Ni siquiera tu gente puede destruir toda la Tierra.
No, toda ella no. Es como... cuando te comes una fruta que tiene un corazón
inmasticable, o una semilla que no se puede comer. De la Tierra quedará un núcleo
rocoso..., una gran masa de material, útil para su explotación minera, pero no para vivir en
él. Nosotros nos desperdigaremos por el Universo en muchas grandes naves. Cada una
de ellas tendrá que poder autosostenerse en el espacio interestelar, quizá durante miles
de años.
¿Autosostenerse en...?
Si te es más fácil, piensa en que se encontrará más allá de toda posible ayuda, o de
cualquier fuente de suministro de la que pueda depender.
En el espacio..., entre las estrellas. ¿Es eso lo que quieres decir? Sin Sol. Casi sin
nada.
Sí.
Los ancianos que nos criaron cuando nuestra madre murió..., sabían de esas cosas.
Uno de ellos acostumbraba a escribir sobre ellas antes de la guerra, para ayudar a los
otros a entenderlas.
No dije nada. Que pensase por un rato.
Permaneció sentada en silencio, frunciendo el ceño, agitando a veces la cabeza. Al
cabo de un rato se frotó la cara con las manos y fue a sentarse al lado de Tomás.
¿Debo despertarle? le pregunté.
Negó con la cabeza.
Me metí en el bosque y traje algunas ramas secas. La lluvia comenzó justo cuando
hube regresado. Jesusa estaba sentada donde la había dejado, balanceándose un poco,
hacia delante y hacia atrás. Colgué la cesta de comida que había traído de un trozo de
rama sobresaliente que había quedado en uno de los arbolillos que habían cortado como
soportes del refugio. Jesusa tenía hambre, pero ahora no quería comer. Yo podía
satisfacer las necesidades de su cuerpo sin hacerla comer. Unido a ella, podía transferirle
nutrición.
Alimenté el fuego y me fui a sentar junto a ella, con Tomás tendido entre nosotros.
No sé qué pensar me dijo con voz queda . ¿Sabes?, mi hermano iba a morir.
Le acarició el negro cabello.
Siempre va a morir alguien. Hizo una pausa . Iba a matarse tan pronto como me
hubiera dejado a la vista de nuestra casa. No sé si se lo hubiera podido impedir.
¿Lo ha intentado antes? le pregunté.
Asintió con la cabeza.
Ésa fue la razón de este viaje. Para mantenerlo un poco más con vida. Me miró
con rostro solemne . No te necesitábamos para que nos dijeses que se estaba
convirtiendo en un impedido total. Ya lo habíamos visto suceder en demasiada de nuestra
gente. Y..., lo único que hicieron fue seguir teniendo hijos, hasta que les resultó
físicamente imposible.
Le tocó su deforme rostro.
El año pasado se rompió una pierna, y tuvo que permanecer echado boca arriba, con
la pierna entablillada y atada a pesas, durante semanas. Les dijo a los ancianos que no
recordaba lo que le había sucedido. Les dijo que se había caído. De otro modo, lo
hubiesen encerrado. Pero los dos sabíamos que se había arrojado desde una altura:
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