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pantalla de secretos.
 Debería entrar en la política  le dijo a Warrick y de pronto recordó a quién le estaba
hablando: que el doctor era un maestro de psicología de Reseune y que su mente era una
de las doce que la Unión consideraba demasiado preciosa para ponerla en peligro.
 La psicología es mi campo  replicó Warrick, con una mirada directa, perturbadora,
que contestaba a la de Corain y que ya no era ni común, ni inofensiva, ni mediocre .
Solamente quiero hacer mi trabajo sin presiones. Entiendo a la perfección la política,
canciller. Le aseguro que en Reseune la política nunca nos abandona. Ni nosotros a ella.
Ayúdeme y yo le ayudaré. Es así de simple.
 No es simple  objetó Corain, pero para Warrick lo era. Cualquiera que lo hubiera
arrastrado a esa reunión, fuera Lu, fuera Gorodin, fuera Warrick mismo.
De pronto, ya no estaba seguro de que no fuera Emory. Uno podía volverse loco si
trataba de manejar el potencial de los Especiales, sobre todo los Especiales que
trabajaban con la percepción misma.
Pero había que confiar en alguien alguna vez. O nunca se lograba nada.
III
 El primer proyecto de ley en el orden del día es el número 2.405, para el
Departamento de Ciencias. Ariane Emory lo presenta y se refiere a las apropiaciones
regulares para el Departamento de Ciencias, bajo las reglamentaciones del Estatuto de la
Unión número 2.595, sección 2...
Emory observó a Corain. ¿Y bien?, decía esa mirada con los párpados medio caídos.
¿Vas a desafiarme en algo tan rutinario?
Corain sonrió y dejó que la perra se preocupara.
El martillo volvió a bajar temprano.
 Hagamos una pausa  dijo Bogdanovitch. El murmullo en la cámara del Concejo se
detuvo.
Ariane Emory suspiró, finalmente. La primera etapa había pasado. Si no había un veto
del Concejo de los Mundos, Rubin ya tenía su rango; pero sabía que no habría
dificultades. Corain podía orquestar una trampa como ésa, pero se la guardaría para un
caso importante. Un caso que Corain considerara importante. El proyecto de la estación
Hope podía servir como señuelo hasta entonces. De Franco tal vez quisiera abstenerse,
pero no lo haría cuando llegara el momento de la acción.
Los ayudantes se acercaron a la puerta en compañía de los cancilleres. La prensa,
gracias a Dios, estaba en la planta baja, lejos de la cámara hasta que se levantara la
sesión. Un almuerzo de dos horas y luego el tratamiento del resto de los permisos para
Ciencias, una tediosa y larga lista de permisos que, al igual que muchos asuntos en un
gobierno, había empezado siendo pequeña y casera y se había transformado en un
monstruo administrativo, todo en el transcurso de una vida humana. Eran cosas que debía
aclarar el ejecutivo de los Nueve, pero que en realidad habían pasado a manos de los
secretarios y se habían convertido en actos de aprobación rutinaria.
Y sin embargo, Ariane no respiraría tranquila hasta que se diera la aprobación, hasta
que el permiso para usar el grupo genético de un Especial vivo pasara por los Nueve
dentro de la lista de proyectos de Reseune que necesitaban permisos de rutina.
Todos los años, el Concejo General había intentado cancelar todos los permisos de
Ciencias. Todos los años, los abolicionistas u otros grupos de lunáticos pasaban una
propuesta para declarar ilegales a los azi y a la experimentación con seres humanos.
Todos los años, el Concejo de los Mundos votaba con sensatez en contra de estos
proyectos. Pero había un elemento lunático que los centristas podían usar para ejercer
presión contra el proyecto Hope, contra la ley de Ciencias. Si los extremos de los
centristas se aliaban, se acercarían peligrosamente a una pluralidad contra el partido
expansionista.
Ariane estaba preocupada. Se había preocupado desde que sus informantes le habían
dicho que los centristas estaban hablando de romper el quorum. No se fiaba de la
repentina aceptación de la ley por parte de Corain.
Y si no hubiera sido demostrar una precipitación desconsiderada, habría pedido al
presidente que pusiera la ley de Ciencias en debate antes del mediodía. En aquellas
circunstancias, los obstáculos estaban cayendo con demasiada facilidad, las cosas iban
demasiado bien, todo parecía marchar sobre ruedas. Lo que había pintado como una
sesión larga terminaría en una marca histórica de tres días, y los Nueve volverían a sus
vidas civiles durante otros seis meses como mínimo.
Se había propuesto que, para agilizar el gobierno, los Nueve se encontrarían y
aprobarían las medidas que tenían importancia para sus esferas de interés, luego dejarían
que el personal de los Departamentos y los representantes electos del Concejo de los
Mundos y los senadores y consejeros se encargaran de la rutina y de los detalles
habituales de la administración.
En realidad, los Nueve, los mejores profesionales en sus áreas, eran muy eficientes. Se
encontraban durante cortos períodos, hacían su trabajo y luego volvían a su vida normal,
pero algunos de ellos ejercían un poder enorme sobre los Departamentos que
controlaban, y desarrollaban una influencia que los redactores de la Constitución no
habían previsto del todo, al igual que no habían previsto el papel de Reseune en la Guerra
o el hecho de que la población se convertiría en lo que era, o la renuncia de Pell tanto a
Sol como a la Unión y las consecuencias de esa decisión. El Departamento de Estado
había sido concebido para que lo controlaran profesionales del servicio diplomático, pero
las distancias hicieron que dependiera cada vez más de los informes exactos entregados
por el Departamento de Defensa sobre lo que pasaba en puntos donde el Estado no
llegaba.
El Departamento de Ciencias había tenido que aceptar funciones diplomáticas y
entrenar especialistas en relaciones, dado el descubrimiento de vida extraterrestre fuera
de la estrella de Pell.
El Departamento de Ciudadanos se había convertido en un electorado
desproporcionadamente numeroso y había elegido un hombre capaz y peligroso, un
hombre que tenia la habilidad de saber cuándo estaba atrapado.
Posiblemente Corain no sabía que De Franco estaba en manos de Ari. Eso explicaría [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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