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garantiza una calidad de vida digna para cada ser humano. Y lo más terrible, quiere
ahogarnos la
esperanza de que vale la pena luchar por ello .
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EL PARLAMENTO LATINOAMERICANO, LAS NACIONES UNIDAS Y LA
DEUDA EXTERNA
PARLAMENTO LATINOAMERICANO
CONSEJO CONSULTIVO
INFORME- Versión V, 1999.
LA DEUDA EXTERNA ANTE EL DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO
El presente informe procura reseñar una iniciativa, sustentada en el Derecho
Internacional Público que ha sido propiciada por el Parlamento Latinoamericano y
por diversos foros políticos internacionales y medios académicos, tendiente a obtener
que la Asamblea General de las Naciones Unidas pida una opinión consultiva a la
Corte Internacional de Justicia de La Haya sobre los aspectos jurídicos de ]a deuda
externa.
i. SITUACIÓN DE LA DEUDÁ EXTERNA
Si tomamos en cuenta el poco espacio que los medios de comunicación masiva
venían dando al tema, así como el tono optimista y despreocupado de los despa-
chos informativos, podría suponerse que el problema de la deuda externa está en
vías de desaparecer y que ha dejado de ser un drama socioeconómico.
Los distintos acuerdos de escalonamiento y fijación de pagos, que varios paí-
ses concluyeron con la banca acreedora a comienzos de la década presente (caso
del Plan Brady), reforzaron esa generalizada sensación de alivio. En algún foro
académico, inclusive, la propuesta de continuar los estudios jurídicos sobre el asunto
fue calificada de anacrónica.
Esa tesitura optimista, sin embargo, no fue compartida por todos. Basta leer ei
discurso papal del lo. de enero de 1993, con motivo del Día Mundial de la Paz, S.S.
Juan Pablo II dijo:
Quisiera recordar aquí brevemente algunos problemas
particularmente inquietantes, que afectan a los pobres y, como consecuencia,
amenazan la paz.
Ante todo, el problema de la deuda externa que, para algunos países y en ellos
para los sectores sociales menos pudientes, sigue siendo un peso insoportable, a
pesar de los esfuerzos realizados por la comunidad internacional, los gobiernos y
las instituciones económicas para reducirlo. ¿No son quizás los sectores más po-
bres de dichos países los que tienen que sostener frecuentemente la carga mayor de
la devolución? Semejante situación injusticia puede abrir el camino a crecientes
rencores, a sentimientos de frustración y hasta llegar a la desesperación. En muchos
casos los mismos gobiernos comparten el malestar generalizado de sus pueblos y
esto repercute en las relaciones con los demás Estados. Ha llegado quizás el mo-
mento de examinar nuevamente el problema de la deuda exrerna, dándole la debida
prioridad. Las condiciones de devolución total o parcial deben ser revisadas, bus-
cando soluciones definitivas que permitan afrontar plenamente las graves
consecuencias sociales de los programas de ajute. Además, es necesario actuar
sobre las causas del endeudamiento, condicionando las concesiones de las ayudas
a que los gobiernos asuman el compromiso concreto de reducir gastos excesivos
o inútiles - se piensa particularmente en los gastos para armamentos- y garantizar
que las subvenciones lleguen efectivamente a las poblaciones necesitadas .
2. MONTO DE LA DEUDA EXTERNA
Si nos atenemos a las cifras sobre la deuda externa de los países latinoamericanos
cabría concluir que no hay motivos para la tesitura optimista.
Según el informe World Bank Global Development Finance 1998 la deuda
externa de América Latina a mediados de la década del 70 ascendía a unos 60 mil
millones de dólares, en 1980 a 204 mil millones, en 1990 a 443 mil millones de dólares
y en 1999 se calcula que llegará a alrededor de 706 mil millones de dólares, lo que
requeriría de unos 123 mil millones para el pago de su servicio.
Solamente por el concepto de servicio de su deuda externa, entre 1982 y 1996, la
región pagó 739 mil millones de dólares, es decir, una cifra superior a la de la deuda
total acumulada.
Como dato ilustrativo de lo que esto significa podemos mencionar que, en 1986,
América Latina tuvo un saldo favorable en su intercambio comercial de 37.600
millones de dólares. En ese mismo año, en concepto de intereses, pagó 37.200
millones de dólares a la banca acreedora. De modo que, para su desarrollo, toda
América Latina dispuso en aquel año de únicamente 400 millones de dólares.
A mediados de 1995, más de la mitad del valor de las exportaciones de América
Latina se estaba destinando al pago de la deuda externa. Según el periódico británico
Financial Times , el déficit de cuenta corriente de América Latina en 1998 sería de
71.800 millones de dólares y en 1999 de 75.600 millones de dólares.
Las trágicas consecuencias de la deuda externa aparecen certeramente resumi-
das por los profesores Bonilla y Ortiz Ahlf (12):
La Deuda Externa como ampliamente se ha reconocido, está destruyendo todo:
la posibilidad de desarrollo de países subdesarrollados, la producción interna, el
nivel de vida de las poblaciones, el empleo, los presupuestos nacionales se restringen
cada vez más y se limitan en ocasiones a los gastos que ocasionan la deuda. Se
destruyen los sistemas de educación y salud, las ciudades se deterioran y la miseria
golpea, hasta la misma naturaleza entra en sistema progresivo de destrucción. El
pago de la deuda no permite el cuidado de nada, ni de la vida humana ni de las
condiciones de vida de la naturaleza
Habida cuenta de esta realidad, ¿qué motiva la sensación de optimismo que
sobre este tema difunden los medios de comunicación? Ensayar una respuesta a
este interrogante seria objeto de un estudio paralelo.
3. LA PROPUESTA DE APLICAR EL DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO Y
LLEVAR LA CUESTION DE LA DEUDA EXTERNA A LA CORTE INTERNACIO-
NAL DE JUSTICIA MEDIANTE EL PROCEDIMIENTO CONSULTIVO :
Las cifras de la deuda externa mencionadas justifican la necesidad de profundizar
los aspectos jurídicos del problema con la finalidad de encontrar, en el Derecho,
aportes hacia una solución justa y equitativa que coadyuve al progreso y bienestar
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